Elemento imprescindible en cualquier estuche escolar desde hace gran cantidad de años, la habitual goma de borrar es uno de aquellos objetos tan frecuentes y rutinarios que extrañamente nos paramos a consultar sobre su historia y evolución. Sin embargo, sorprende conocer que la goma de borrar como la conocemos en la actualidad apenas tiene doscientos cincuenta años de antigüedad.
En España, las gomas de borrar tienen un nombre familiar para millones de personas: Milán.
Su producto más conocido es la habitual goma Milán 430 que se ofrece en 3 colores distintos: verde, rosa y blanco. Esta referencia se halla ubicada en la categoría de gomas «miga de pan» que define a las gomas más bien blandas cuyas peculiaridades la hacen polivalente y extensamente utilizada en el campo escolar.
Otras de las gomas conocidas de la marca, y probablemente las más recordadas por la parte de aquellas personas que fuimos al colegio en los años 70 y 80, son 612 y 620 “Nata”. Aunque hoy en día ya no se fabrican con propiedades aromatizadas, las de aquellos años se caracterizaron por su especial aroma que al lado de su nombre las hacían «irreprimibles» al paladar de ciertos chicos y chicas. A Dios gracias la no toxicidad del producto hizo que no se tuviesen que lamentar situaciones desapacibles, al menos que nosotros recordemos.
Además, otra gama ocasionó fervor hace unos años fueron las 860 y 840, capaces de borrar tanto lapicero como boli, gracias a la unión de 2 gomas (miga de pan y caucho natural) en una misma pieza, ofreciéndose en combinaciones blanco-gris y rosa-gris. Con una utilización inapropiada por la parte de manos inexpertas, esta goma tuvo la injusta fama de perforar papeles. Como en cualquier articulo de dibujo la practica es indispensable, siendo la poca soltura por parte de los niños la que provocaba raspones en la superficie del papel.
Otra de las gomas más recordadas de Milán fue la «Gigante«, una goma de grandes dimensiones que entre otras cosas se transformó en un arma arrojadiza utilizada por el habitual gamberro de la clase frente a la preocupación de sus víctimas y el jolgorio general.