Junto con las pinturas Alpino, los rotuladores de la marca Carioca eran nuestros aliados para las clases de plástica en el colegio en los años 80. Y nuestro bien más preciado. Lo peor que nos podía pasar era perder una capucha. Aquello era una tragedia.
Los había con diferentes presentaciones, desde el minimalista estuche de 6 colores hasta la codiciada caja de plástico de 36 rotus, de la que solo unos pocos afortunados podían disfrutar. Mirabas a estos privilegiados como si estuvieran en el cielo.
Cuando por fin conseguías que te compraran una al comenzar 5º de EGB, alucinabas con la variedad de matices que tenían el verde y el azul. Lo malo era cuando se terminaba el azul verdoso en mitad del dibujo y no te quedaba más remedio que continuar pintando con otro tono que nada tenía que ver. Vaya chapuza…
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