He leído que ya en el Antiguo Egipto los niños jugaban con ellas. La bolsa de canicas era el bien más preciado de los niños de los años 80. Nos había costado mucho esfuerzo acumular tantos tesoros mediante la compra, el trueque… y hasta el mangoneo puro y duro. La tristeza llegaba cuando perdías y tenías que deshacerte de alguna de ellas, que uno ya procuraba que fueran las más feas, pero así era el juego.
El valor de cada canica dependía de muchos factores: su tamaño, el material de que estaban hechas y, por supuesto, su color y su transparencia u opacidad. Estaban las normales de cristal con espirales de colores, las de mármol blanco también con colores en espiral (que eran más caras y por tanto valiosas), los bolones o boloncios (de mayor tamaño que las normales)… Una de las más codiciadas eran las de ojo de gato, opacas y negras, con una franja de color. Según los expertos, eran las que mejor rodaban.
El juego estrella de las canicas era jugar al gua, que era un hoyo excavado en la tierra donde tenías que dirigir tu canica, intentando alejar las canicas de los rivales. Cada vez que dabas a una canica tenías otra opción de turno. Sin duda, la clave fue siempre saber coger bien la canica entre los dedos.
¡Qué grandes momentos pasamos con este juego en la calle cuando éramos niños! Desde luego, si hay una imagen que rememore nuestra infancia es la de unos niños jugando a las canicas…
En Amazon puedes encontrar canicas como las del juego tradicional de antaño. Hay varios modelos, aunque a nosotros el que más nos gusta es el juego de la marca Cayro, de la serie Collection, que además se presentan en una bonita caja de estilo retro:
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