¿Qué niño madrileño no ha visitado el Mercadillo Navideño de la Plaza Mayor? Sí, ese en el que Chencho se perdía el día de Nochebuena, dando un disgusto a su Gran Familia, y sobre todo a su entrañable abuelo, el maravilloso Pepe Isbert. Una escena mítica del cine español.
Año tras año. A pesar del frío y de los agobios de la multitud. Cuánto disfrutábamos. De puesto en puesto. ¡Qué ilusión! Y éramos felices si nos compraban una careta de cartón, o una caja de bombas fétidas que nos costaba mantener intacta hasta el día de los Inocentes.
Una tradición que por fortuna perdura, aunque ya no seamos niños y seamos nosotros los que ahora agarramos de la mano a nuestros enanos para que no se pierdan. ¡Y que dure muchos años!
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